Intervención del compañero Adrián Lomlomdjian, Presidente de la Unión Cultural Armenia, durante la celebración del 87º Aniversario de la República Socialista Soviética de ArmeniaHoy, queridas compañeras y compañeros, amigas y amigos, nos hemos reunido una vez más en nuestra nueva sede social y realmente nos sentimos muy agradecidos por su presencia aquí, por acompañarnos una vez más, como lo han hecho siempre y como estamos seguros que lo seguirán haciendo.
Pero este encuentro tiene otro significado, adquiere destacada trascendencia, diría casi fundamental, ya que nos hemos reunido aquí para celebrar un nuevo aniversario, el 87º, del triunfo de la revolución soviética en Armenia. De aquel inolvidable día, imborrable, histórico, en el que el pueblo armenio puso marcha a una de sus obras sublimes como nación: la construcción de la sociedad socialista. Por ello, quienes formamos parte de esta institución -que a lo largo de sus más de 80 años de historia jamás dudó de sus convicciones, principios y objetivos- creemos que es, ésta, la fecha fundamental que debe reunirnos y movilizarnos a todos quienes, más allá de pertenencias partidarias determinadas, estamos convencidos y luchamos por hacer realidad aquellos mismos ideales y objetivos por los cuales lucharon los hacedores del 29 de Noviembre de 1920.
Como podrán apreciar, compañeros y amigos, Armenia fue uno de los primeros países en comenzar a transformar la utopía en realidad, en tratar de concretar aquellos sueños libertarios y de justicia que a lo largo de los siglos movilizaron a lo más avanzado de la humanidad, en convertir en propiedad de todos y para beneficio de todos los bienes generados por el conjunto de su sociedad.
Hagamos un poco de historia. ¿Cómo era la situación en aquellos años?
Armenia, la tierra de nuestros antepasados, y su pueblo fueron atravesando por los vaivenes del desarrollo de la sociedad humana, muchas veces, sino las más, llevando la peor parte: persecución nacional y religiosa, ocupación de sus territorios, saqueo de sus pertenencias personales, destrucción de su riquísimo y milenario patrimonio histórico-cultural, ausencia de un Estado nacional que aglutine a todo un pueblo diseminado por distintas regiones y países, carencia de un proyecto de liberación nacional y social que unifique a las distintas corrientes político-partidarias en lucha. Así, a grandes rasgos, ingresaba el pueblo armenio al siglo XX, con sus territorios históricos divididos y sometidos (Armenia Oriental bajo dominio zarista y Armenia Occidental bajo dominio turco-otomano) y con la esperanza de hacer realidad sus sueños libertarios.
Pero en la Armenia sojuzgada por Turquía, donde las matanzas ya eran una práctica sistemática de las sucesivas autoridades otomanas, se llevó a cabo el siniestro plan genocida ideado y perpetrado por los Jóvenes Turcos, donde no sólo perecieron salvajemente más de un millón y medio de nuestros antepasados, sino también fueron definitivamente usurpados nuestros territorios, nuestro patrimonio cultural y nuestras pertenencias. Y todo ésto, ante la complicidad de las potencias occidentales, que nada hicieron más que hacer llegar sus lamentaciones cubiertas con "lágrimas de cocodrilo"...
El triunfo de la Revolución Socialista de Octubre en Rusia abrió las puertas de la esperanza a toda la humanidad, y entre ellos, a nuestro mortalmente herido pueblo armenio, que venía de padecer el peor de los crímenes: la muerte, el despojo y el desarraigo de sus tierras ancestrales.
Claro que nada sería sencillo, ya que a los miles de hijos del pueblo armenio que desde hacía años se habían sumado al movimiento revolucionario de toda Rusia, se contraponían aquellos que a pesar de la trágica realidad sufrida, seguían confiando en las promesas de las potencias occidentales y se mantenían gustosos como "utensillos" en sus manos, como elementos contrarrevolucionarios al servicio de sus amos imperiales.
El decreto de Lenin a la libre autodeterminación de los pueblos (muestra de los magnos y humanitarios ideales que guiaron el accionar del nuevo gobierno socialista) permitió a las fuerzas reaccionarias del Cáucaso a tomar la decisión de separar la región de Rusia, de formar una Federación Transcaucásica que luego daría lugar, bajo presión turca y europea occidental, a la creación de 3 repúblicas: Armenia, Georgia y Azerbeidján.
Claro, hoy, a la distancia y alejados de aquellos acontecimientos históricos, damos nuestros pareceres sobre aquella república nacida el 28 de Mayo de 1918. Y todos saben que nuestra opinión no es nada favorable. Pero hay una realidad incontrastable e innegable, fundamental para el posterior desarrollo de la nación armenia: luego de más de seis siglos, el pueblo armenio volvió a tener una entidad estatal nacional que lo aglutine. Podemos discutir cómo nació y se desarrolló esa República. Y lo haremos siempre, ya que en esas discusiones se fortalecen conceptos, se profundizan conocimientos y se fijan posiciones.
Pero jamás podríamos negar ese acontecimiento, porque en esa pequeña porción de territorio, allí donde durante 2 años gobernaron la ineficacia, el autoritarismo, el bandolerismo de los mauseristas, las directivas de los consejeros imperiales, en definitiva, donde gobernó la traición a los genuinos intereses del pueblo armenio, allí se estableció el gobierno soviético armenio, allí comenzó nuestro pueblo a escribir una de las páginas más brillantes de su milenaria historia.
La sovietizada República de Armenia recibió una pesada herencia del gobierno anterior. La situación en el país era por demás crítica. Había más de 200 mil refugiados -llegados en su mayoría de la Armenia Occidental- y 50 mil huérfanos. El hambre y las epidemias pululaban en cada rincón del suelo patrio. Alexandropol (Leninakán) seguía ocupada por las fuerzas turcas y la región neutral de Lorí fue ocupada por las fuerzas contrarre-volucionarias mencheviques georgianas, que bloqueaban el paso de mercaderías desde la Azerbeidján Soviética hacia Armenia.
Las primeras medidas del Comité Revolucionario de Armenia fueron la nacionalización de la tierra y su producción, de los bosques, ríos, grandes industrias, ferrocarriles y bancos. Se impuso por ley la jornada de 8 horas de trabajo; la comercialización del pan quedó en manos del Estado; se transformó el sistema educativo del país; comenzó a funcionar el primer establecimiento de enseñanza superior, la Universidad Estatal de Ereván; la Iglesia fue separada del Estado y las escuelas de la Iglesia. Se organizó el Ejército Rojo de Armenia.
En Diciembre de 1920 Lenín recibió a los miembros del Comité Revolucionario de Armenia, Ter Gabrielian y Mra-vian, por intermedio de quienes se interiorizó acerca de la situación de la Madre Patria. Inmediatamente posterior a este encuentro, el 13 de Diciembre, el Soviet de Comisarios Populares de la Rusia Soviética analiza la cuestión y debate la forma de colaborar con Armenia, resolviendo enviar una ayuda económica de 3.000 millones de rublos, que llega al país antes de que finalizara el año. Asimismo, Rusia envía trigo, alimentos y otros materiales. Desde la Azerbeidján Soviética la solidaridad se expresa con el envío de petróleo y sus derivados, y alimentos.
En medio de esta situación, cuando aún el nuevo gobierno estaba en pleno proceso de organizar la reconstrucción del país, las autoridades tashnagtsagán que ya habían sido desalojadas del poder, firmaban con los genocidas turcos el tristemente célebre Tratado de Alexandropol, con el que intentaron atar de pies y manos al gobierno revolucionario. No conformes con ello, dos de sus máximos dirigentes, que habían sido elegidos para integrar el gobierno soviético, dedicaron su tiempo para planear y perpetrar la aventura contrarrevolucionaria iniciada el 18 de Febrero de 1921 y que aún hoy día, esta fuerza política armenia que integra la Internacional Socialista, reivindica como el "primer levantamiento popular contra la tiranía bolchevique". En un par de meses, la aventura llegó a su fin, ya que las fuerzas del Ejército Rojo armenio y los batallones de voluntarios echaron literalmente del país al tashnagtsutiún. Lástima que no pudieron recuperar todo el dinero existente en las arcas del Banco Nacional de Armenia, que los dirigentes tashnag se llevaron con ellos en su huída.
Aquí, y dirigido por uno de sus hijos dilectos y una de las máximas personalidades políticas de la armenidad, el comunista Alexander Miasnikian, el pueblo armenio comienza la etapa de reconstrucción del país que, en un período total de 70 años, transformó aquella desgraciada aldea de 700 mil habitantes en una república pujante con más de 3.500.000 de habitantes, con una capital que pasó a ser una de las más bellas del planeta; con una industria cuyos productos se importaban a más de 120 países; con universidades a donde concurrían a estudiar estudiantes de todo el mundo; con un desarrollo científico, técnico, cultural y artístico que pasados los años cuesta creer que haya sido posible, y que algunos siguen denominándolo "un milagro hecho posible por la capacidad del pueblo armenio". Y todo, a pesar de que en pleno proceso de reconstrucción estalló la Segunda Guerra Mundial, con las ya terribles y conocidas consecuencias para la humanidad toda, pero principalmente para el heroico pueblo soviético, quien cargó con el mayor de pesos en la lucha antifascista y a quien le caben las honras eternas por la victoria conseguida.
Y aquí permítanme disentir con quienes piensan en "milagros" y en "ciertas supremacías y capacidades especiales de los armenios". Lo que ocurrió, todo aquello de lo que aún día nos seguimos enorgulleciendo, es sencillamente los logros de la reconstrucción socialista de un país, en este caso, de Armenia. Durante 7 décadas todo lo producido era para beneficio y disfrute de todos; la preocupación de todos era lograr el bienestar de todos; había objetivos nacionales y toda la sociedad en conjunto se ponía a disposición del cumplimiento de los mismos; los que demostraban ser dignos representantes de sus comunidades eran elegidos como sus representantes a los distintos órganos de poder; los sobresalientes en las distintas esferas eran reconocidos y transformados en ejemplo para la construcción de la nueva sociedad. Allí, y hablamos de Armenia porque es el proceso que mejor y más en profundidad conocemos, quedó claramente demostrado qué es posible en una sociedad socialista y qué, en el capitalismo (aunque este último lo padecemos desde siempre en nuestra patria Argentina). Del 18 al 20, un período muy corto, y principalmente a partir de 1990 hasta nuestros días, el capitalismo ha sumido al pueblo armenio en la miseria, la desocupación, el desarraigo, el analfabetismo, el sálvese quién pueda, en la lucha por la supervivencia de muchos y en el disfrute ilimitado de unos pocos.
Queda claro, demasiado claro, porqué sigue siendo el 29 de Noviembre de 1920 la fecha fundamental a ser celebrada por la armenidad toda. Ese día, culminaba victoriosa (al menos en esa etapa) la lucha del pueblo armenio por su liberación nacional y social y se ponían los sólidos cimientos que garantizar la existencia misma del pueblo armenio y la transformación de aquel territorio en Madre Patria de todos los armenios.
Hasta aquí la historia, algunos pormenores y las razones de esta celebración. Pero debemos ir más allá y llegar a nuestros días y a nuestro país, aquí, a decenas de miles de kilómetros de la Madre Patria, donde logramos mantener nuestras convicciones a pesar de muros caídos, de traiciones consumadas y de permanentes intentos de hacernos arriar nuestras históricas banderas.
Compañeros, hemos pasado años duros y difíciles a lo largo de estos más de ochenta años. Algunos, los más, provocados por los sucesivos gobiernos de facto que gobernaron nuestro país y que sometieron a crueles represiones y persecuciones a lo que conocemos como campo popular y del que formamos parte. Pero estos últimos, compañeros, los que sucedieron a la desaparición de la URSS y de la Armenia Soviética fueron distintos, ya que además de ser algo inesperado y para lo cual no estábamos preparados, dio nacimiento a un contexto internacional, nacional y comunitario por demás desfavorable para nosotros. Pero supimos mantener firme el barco y más, crecimos y avanzamos, avanzamos a pesar de los escollos que iban apareciendo en el camino. Los más grandes cumplieron el rol de sostener sobre sus hombros lo que muchos pensaban que se derrumbaría; los jóvenes fuimos transformándonos en dirigentes conviviendo permanentemente con nuevos desafíos y superando incluso nuestros propios errores; los más chicos crecieron de golpe y se transformaron en los nuevos dirigentes. Y hoy nos tienen aquí, en este presente que nos enorgullece, pero que jamás nos permitiría decir "tarea cumplida".
Logramos llevar el Conjunto KAIANE a Armenia para celebrar sus 40 años; los infantiles han alcanzado un gran nivel y hoy ofrecemos 2 festivales anuales ante la presencia de más de 1700 personas entre ambos; volvimos a editar nuestro periódico "Nor Seván" y mes a mes llevamos a más de un millar de hogares nuestras ideas y quehaceres institucionales; sábado tras sábado miles de conna-cionales escuchan nuestras opiniones a través de "La Voz Armenia"; nuestros madagh, homenaje a las víctimas del genocidio y a quienes cayeron combatiendo al fascismo en la Segunda Guerra Mundial, convocan a centenares de personas año tras año; con las Menciones Simón "Mazun" Yogourtjian y Arturo Kouyoumdzian rendimos tributo a los militantes comunitarios y a quienes hasn dejado huellas en la actividad artístico-cultural; hemos adquirido nuestra nueva sede social y de a poco la estamos transformando en el sitio adecuando para la realización de nuestra intensa actividad y la de las organizaciones hermanas; fueron reorganizadas nuestras comisiones de mujeres, de jóvenes y del Kaiané; hemos vuelto a ocupar un lugar de importancia en el seno interinstitucional comunitario y nuestra opinión tiene peso al momento de tomar definiciones; homenajeamos a los desaparecidos de origen armenio con un acto histórico realizado en nuestra vieja sede de Scalabrini Ortiz y luego de mucho batallar contribuimos de manera decisiva al homenaje comunitario realizado el pasado 11 de Noviembre y hoy, para siempre, los nombres de las víctimas del terrorismo de Estado en la Argentina, los de nuestros compañeros y compañeras, quedarán grabados en la fachada de la Catedral Armenia San Gregorio el Iluminador. Podría seguir varias horas más contándoles sobre nuestros logros, sobre la visita del Secretario del PC de Armenia Ser-guei Badalian, sobre las actua-ciones de Babín Boghossian, sobre los viajes de nuestros jóvenes a los Festivales Mundiales de la Juventud en la heroica Cuba Socialista y en la República Bolivariana de Venezuela y al Encuentro de Juventudes Progresistas Armenias en Francia, pero los ejemplos señalados creo que bastan para tomar noción verdadera de lo que somos y lo que generamos, a pesar de los muchos escollos que se cruzaron en nuestro camino.
Y es aquí donde quería llegar. Somos lo que somos y generamos lo que generamos, porque mantenemos los mismos ideales que aquellos visionarios de principios de si-glo; porque a pesar de los años, seguimos luchando por aquellos derechos por los cua-les también lucharon ellos; porque no hubo vendaval neo-liberal ni reformista que pudiera con nuestra terquedad militante y nuestras convicciones a prueba de engaños.
Compañeros y amigos, sostener una organización comunitaria o social -cualquiera sea su función- es algo meritorio. Pero haberla mantenido de pie, con los mismos ideales y en constante crecimiento a lo largo de las décadas es algo que sólo pueden lograr aquellos quienes somos capaces de templar el acero, aquellos quienes seguimos convencidos que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Y aquí, en la Unión Cultural Armenia, seguimos proponiéndonos y superando desafíos, seguimos derribando muros y soñando y luchando por el nuevo mundo.
En definitiva, y para despedirme queridos compañeros, seguimos aportando nuestro pequeño granito de arena en la construcción del hombre nuevo, hacedor de la nueva sociedad.